Guáramo = Valor, entereza, coraje, arrojo, empuje.
Tener guáramo =Poseer esas cualidades.
(Diccionario de venezolanismos)
Las automáticas puertas de vidrio se abrieron. El hombre pasó. Tras él arrastraba una diminuta maleta. Aún así, ésta tenía ruedas para no sentir el peso... Era viejo.
Avanzó por el ancho corredor. El hombre llegó a la calle. El resplandor del sol lo encegueció por un instante. El aire caliente le acarició el rostro... Y, se sintió bien.
Ató el bastón a la maleta. No le hacía falta. Ya no tenía el dolor en la rodilla. Se había acentuado por el frío dentro del enorme jet. Y había desaparecido al pisar tierra tropical.
Recordó muchos años atrás. Un avión de dos motores, un aeropuerto pequeño, un guardia abriendo la puerta, una valija grande, unos sueños aún más...
Miró los cerros en el horizonte. Seguían el entrevero de los ranchos multicolores. Miró la calle. Seguía el bochinche de seres alegres y de todas las tonalidades... Y, se sintió bien.
–¡Eh, señor!... ¿necesita algo?... ¿un taxi para la capital?..
La voz chispeante le sacó de su ensimismamiento. Estaba seguro que encontraría una cara pícara y morena. Así fue.
Le dijo que iría en el bus... y lo que venía a buscar.
–¡Ah, compadre!... El autobús está cerquita. –y le señaló– Lo otro... le va a costar encontrarlo... Suerte, catire.
El viejo sonrió. Había pasado mucho tiempo de cuando llegó. De cuando dejó de ser un señor más. De cuando se fue. Pero, aún era un catire, un compadre... Y, se sintió bien.
Y, llevando tras de sí la diminuta maleta, se dirigió al bus. Lo ayudaron a subir. Le dieron el mejor asiento. El pasaporte le permitía pasar por las aduanas. El bastón, entre la gente.
Una hermosa y atractiva mujer se sentó a su lado. Sería un agradable viaje. Él tenía tantas cosas para contar. Pero no le diría a que había vuelto...
Para eso… primero, tenía que volverlo a encontrar.
Al llegar a lo ciudad se dirigió a una redoma próxima a la universidad. Y en la bruma del ayer se vio a sí mismo, frente a las metralletas de la fuerza y arengando por utopías.
Al ver acercarse un muchacho, le dijo lo que quería.
–¡Maestro!... lo que usted busca no se ve a menudo. Dicen que antes había por bojote, pero ahora es difícil de hallar.
El hombre hizo una mueca triste. Le decía maestro por lo anciano, no por lo que él podía enseñar. Hoy los jóvenes sabían más que los viejos. Y siguió su búsqueda.
Tomó una buseta que lo llevó por una antigua carretera. Se bajó en un puente. Nada quedaba del monte donde tuvo que luchar contra naturaleza y culebras para levantar un galpón.
Un galpón que luego dio alimento a mucha gente. Y en el cual él, siendo joven idealista, peleó contra la hipocresía de los sindicatos como contra la avaricia de los patrones.
Se encaminó al botiquín cercano. Y, apoyado en la barra, recordando el frío de un revólver que pusieron en su sien y que él hizo bajar, le explicó al dueño su búsqueda.
–¡No, don!... –le respondió, sirviéndole una cerveza– De eso ya no queda más… Y menos vendría en botellas.
Hizo la mueca triste. Volvió a la carretera, tomó la buseta para la ciudad. Al llegar al Terminal subió hacia la plaza de aquel pueblo que el crecimiento había vuelto un barrio más.
Se sentó al lado de un negro canoso. Y cuando un negro tiene canas, es porque realmente es viejo. Le contó tras lo que había venido. Y que no lo podía hallar de nuevo.
El negro quedó viendo lejos. Luego se volteó, mirándolo de frente. Y con voz oliendo a tabaco, a ron, a verdad, dijo:
–Paisano… si lo perdió, nunca más lo va a encontrar. Eso, se tiene o no se tiene. El guáramo es algo que se lleva dentro.
El hombre se paró. Era inútil seguir buscando. Y, se fue por la bajada. Dejó la diminuta maleta. El negro la abrió:
Estaba vacía.
…oo0oo…
Rosalino Carigi
Bella Vista, Julio 2010
El cuento se escribió en Bella Vista, Montevideo. Pero el tema es de Maiquetía y Caracas... en una nostalgia sin límite.
ResponderEliminarFelicitémonos Catire Titi, vamos aprendiendo los controles,